DOS TOROS
Dr. Moisés Tacuri García.
El otro toro que pastaba en la ganadería aledaña se llamaba “Idílico”, un hermoso toro de lidia castaño de piel, con enormes astas que realzaban su belleza e imponente figura, cuyo nombre correspondìa al nombre de su madre “Idìlica”, vaca muy brava y de acometida noble, que alguna vez su dueño presentìa que traería gloria y triunfo a su ganaderìa.
“Manchas” compartía sus días al lado de muchas gallinas, cerdos, patos
y el granjero cada día, le ponía unas vigas de madera en la nuca, atado a su
cornamenta llamado yugo que le
ocasionaba un disconfort enorme porque ello significaba que minutos después
tiraría de un arado al lado de un compañero y si se detenían les caerían
latigazos o golpes con unas ramas, lo que lo obligaba a seguir tirando del
arado en esa dura monotonía diaria, esta
era su vida rutinaria, yendo de un extremo a otro de las chacras del granjero,
creando surcos para que luego este siembre y llegar rendido por la tarde a su
humilde corral.
“Manchas”, pertenecía a ese
grupo de animales que impostergablemente estaba destinado a arar y morir algún
dìa para alimentar a los humanos, y convertir además su piel ,luego de curtido,
en correas, calzados y otros tantos adminículos de cuero, sabía, todo eso sabía
y regresaba cada tarde a su corral para rumiar su destino.
“Idílico” por su parte abría los ojos muy temprano en medio del follaje
de su dehesa o ganaderìa, hinchaba de aire puro sus pulmones y disponía de
campos muy extensos para caminar y correr libremente y cuando tenía hambre,
sabía donde su ganadero le dejaba los mejores forrajes y alimentos concentrados
que los degustaba feliz, tenía mucha vacas a disposición que lo miraban con
respeto, porque su solo mugido infundía miedo, ocasionalmente se detenía ante
un árbol a afilar sus pitones y miraba a los patos silvestres alzar el vuelo,
correteaba conejos salvajes y veía las grandes llanuras que eran solo para él y
su manada, a veces peleaba con otros toros más jóvenes que osaban retarle y
siempre salía victorioso, viendo como los impertinentes rivales escapaban de
sus afilados cuernos.
Otras veces se miraba en el agua de los tantos estanques que había en su amplio territorio y contemplaba su bella figura , “Idílico” era pues, un inmenso toro de lidia, dicen que sus padres fueron muy bravos y de hecho èl también lo era y así discurrían los días de “Idílico”, asì como cuatro primaveras, pero a pesar de ello, sabía que algún día su destino era morir, pero a diferencia de “Manchas”, este moriría peleando por su vida, peleando en un ruedo ,enfrentando a un hombre vestido de vistoso traje que refulgía al sol llamado traje de luces.
Otras veces se miraba en el agua de los tantos estanques que había en su amplio territorio y contemplaba su bella figura , “Idílico” era pues, un inmenso toro de lidia, dicen que sus padres fueron muy bravos y de hecho èl también lo era y así discurrían los días de “Idílico”, asì como cuatro primaveras, pero a pesar de ello, sabía que algún día su destino era morir, pero a diferencia de “Manchas”, este moriría peleando por su vida, peleando en un ruedo ,enfrentando a un hombre vestido de vistoso traje que refulgía al sol llamado traje de luces.
Una tarde al llegar “Manchas” a su corral, cansado de tanto arar, como
tantos otros días, escuchó a su amo decirle a su empleado, ¡¡¡mañana cargas a
“Manchas” al camión y lo llevaremos al camal, me ofrecen buen precio por él!!!,
y “Manchas” supo ese instante que su sentencia de muerte estaba dada.
Ese mismo día en los predios vecinos a la granja de “Manchas”, “Idílico”
subía también defendiéndose fieramente a unos cajones llamados “Jabas”, al lado
de cinco toros más de su ganadería, toros tan fieros como él, y eran encajonados
cuidadosamente. Los seis toros incluyendo “Idílico”, constituían el encierro
que habría de lidiarse en un coso cercano. Su momento de morir también había
llegado, después de largas y tediosas horas, los bajaron uno a uno con mucho
cuidado a unos corrales amplios llamados “Chiqueros”, al costado de un coliseo
abierto al cielo, donde encontraron alimento y agua.
A diferencia de “Manchas” y sus amigos, Ellos esperarían algunos días
hasta que llegue la tarde donde su vida penderìa de un hilo y se les daría la
oportunidad de luchar por ella.
Siente que su sangre hierve y siglos de casta emergen a través de sus bufidos, empieza a correr y embiste, pero el hombre de traje vistoso y brillante una y otra vez lo elude, es una lucha sin cuartel, “Idílico”, no se rinde, no saca la lengua de fatiga, ni escarba el suelo, solo embiste, embiste una y otra vez, decenas de veces, ya el hombre de traje brillante ha cambiado su capa granate por un paño muy rojo como la sangre y escucha a lo lejos una bella melodía, y por las bocas de la gente escucha “olee, olee” una y otra vez, muchas veces.
Calla la música y ve que el hombre de traje brillante saca un filudo estoque e “Idílico” sabe que ha llegado el fin, el fin de sus largos años de libertad, el fin de todo, pero algo pasa, la gente grita desenfrenadamente una palabra que no sabe lo que significa ¡¡¡Indulto!!!, ¡¡¡Indulto!!!, ¡¡¡Indulto!!! Y ve que la Plaza se llena de pañuelos blancos, el hombre de traje brillante mira dubitativo, y al fondo ve que un señor elegante saca un pañuelo anaranjado.
“Idílico” se apresta a embestir cierra los ojos ante el fin cercano y en vez de una filuda espada que penetre sus carnes siente la palma tibia de la mano del torero. Abre los ojos y piensa que es un sueño, que debe estar en la otra vida, pero nó, está allí, bien parado, pisando la arena caliente por el sol de la tarde , mirando a la gente aplaudir estruendosamente. “Idílico” ha sido indultado ha sido uno de los pocos toros privilegiados del planeta que no ha de cumplir su inexorable sino de morir, ve que se abre la puerta de donde salió y que lo conducirá a los corrales, ingresa instintivamente por el y escucha perderse a lo lejos miles de aplausos, no entiende lo que sucede pero sigue vivo, siii, vivo¡¡¡.
Una vez curado de sus
superficiales heridas, es devuelto nuevamente al campo, a ese campo que lo vió
nacer, y lo verá morir pero de viejo cuando ya la naturaleza, la misma de la
que ningún ser vivo se escapa, algún día nos la traerà, pero han de pasar
muchos años aùn , donde “Idílico” seguirá gozando de una buena comida, seguirá
corriendo por sus extensos campos y esta vez tendrá muchas vacas, por lo menos
treinta para engendrar toros similares a èl, nobles y bravos y el dìa que la
vejez y la muerte toquen a su puerta, su cabeza será disecada y formarà parte
del salón de su amo y en una placa de bronce al pie de su cabeza se escribirà
su nombre : “Idìlico” y ese nombre serà recordado por generaciones enteras, aùn
mucho tiempo después de esa gloriosa gesta.
“Idílico” mira a través del alambrado pero ya no ve a “Manchas”, nunca
más lo verá, porque así es el orden de las cosas, porque “Manchas” perteneciò a
esos cientos de miles de reses, a ese 95% de bovinos que cada dìa son ultimados
para el consumo y otros beneficios para los humanos, porque así lo dispuso el
hombre, por los siglos de los siglos…
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